Mucho se está hablando del
consumo en los últimos tiempos en la Argentina. Se dice que los comercios están
llenos de gente, que en los feriados el turismo agota la capacidad hotelera y
que los gastos realizados superan a los feriados anteriores, que la gente ahora
puede comprar televisores LCD, etc. La lista es larga y podría poner mucho
ejemplos más, pero lo importante es señalar que estas ideas lo que generan es una
sensación de bienestar económico. Es fácil pensar que, si los comercios
desbordan de clientes y los argentinos gastan mucho en turismo, la economía del
país marcha bien, está creciendo y hay trabajo. Pero veremos que estos
indicadores populares de consumo no necesariamente reflejan una expansión
económica, sino todo lo contrario: son señales de alarma (en el caso de nuestro
país). Comencemos con los siguientes conceptos: consumo, ahorro y atesoramiento.
El primero de los términos, consumo, se refiere a la parte del ingreso que un
individuo destina a la adquisición de bienes
y servicios. El ahorro es la otra
parte del ingreso que un individuo no consume pero que invierte buscando una
renta, el plazo fijo es un ejemplo. La parte del ingreso que mantiene en
efectivo o “debajo del colchón” se llama atesoramiento y no genera ninguna
renta. Es muy importante diferenciar entre ahorro y atesoramiento, porque el
primero al invertirse entra en el sistema productivo del país, esto significa
que permite financiar las inversiones de otros individuos. Así, el dinero
depositado en un plazo fijo es utilizado por el banco para prestarlo a otro
individuo que busca financiar sus proyectos.
Entonces cuanto mayor sea el nivel de ahorro, más dinero habrá para
financiar inversiones. Por otro lado el
atesoramiento no permite el financiamiento de otros individuos ya que el dinero
no está en el sistema. El otro aspecto importante a resaltar sobre estos tres
conceptos es que, cuanto mayor es el consumo, menor es el ahorro. El último
concepto fundamental que es necesario entender es el de los bienes de capital, que
son aquellos bienes que no se destinan al consumo final, sino a procesos
productivos, ya sea como materia prima o como bienes intermedios del proceso.
Pueden ser metales, maquinarias, tornillos, etc. Lo importante de estos bienes
es que generan trabajo, porque se necesita gente para convertirlos en bienes de
consumo.
Ahora ya podemos comenzar a
analizar el crecimiento de la economía de un país en función del consumo y del
ahorro. La creencia popular dice que si la gente compra, gasta o consume, la
economía está bien, está creciendo. Pero analicemos cómo crecen las economías.
Si bien hay muchas formas de medir el crecimiento económico, la realidad es que
una economía crece cuando aumentan los bienes de capital en la misma, o sea
cuando hay más bienes de producción (cuando aumentan las maquinarias en una
fábrica, el stock ganadero en un campo, etc.).
Ahora, ¿cómo se generan estos bienes de capital? Se los puede producir o
comprar, pero como sea, para ello se necesita dinero y justamente ese dinero
sale del ahorro previamente hecho. Recordemos que al aumentar los bienes de
capital aumenta también el empleo. Por otro lado, con éstos se producen bienes
de consumo (después de un largo proceso de producción de varias etapas) y al
aumentar el stock de los mismos los precios caen y los salarios reales (la
cantidad de bienes que se pueden comprar con un salario) suben. Los bienes de
lujo se vuelven más accesibles y en general el nivel de vida de población
aumenta. Pero, ¿qué ocurre si un país consume todo su ingreso y no ahorra (o
ahorra muy poco)? Ocurre que no hay dinero para prestar, las tasas de interés
son muy altas y por lo tanto las inversiones caen y la economía no crece. En
realidad existe otra opción, que es que los bienes de capital se financien con
inversión extranjera (que en realidad es el dinero ahorrado por los habitantes
de otro país y que un individuo tomó prestado y lo invierte en la Argentina).
En general las economías se financian de ambas formas, pero si un país no
ahorra es muy difícil que haya crecimiento económico. Hay que tener en claro que para que una
economía crezca se necesita ahorro: a mayor nivel de ahorro hay más cantidad de
dinero para prestar, esto hace que caiga la tasa de interés y que el
financiamiento para las inversiones sea más barato. Con lo cual aumentan las
inversiones y así los bienes de capital.
Veamos ahora cómo se genera el
ahorro y su relación con el consumo. En una sociedad no intervenida por el Estado
(o muy poco intervenida) se va buscando un equilibrio entre ahorro y consumo.
En realidad, una parte de los individuos ahorra y otra consume, y luego las
partes se van alternando. Esto básicamente depende de las preferencias
temporales de los individuos. Sin entrar en definiciones económicas, aquellas
personas que valoren más el dinero en el presente para gastarlo (sea por el
motivo que fuere) serán los consumidores y aquellas otras que no lo valoren
tanto en el presente, sino que prefieran ahorrarlo para utilizarlo en el futuro
(a cambio de un interés), serán los que generen el ahorro que se utilizará para
las inversiones. Por supuesto, estas preferencias temporales cambian con el
tiempo, y de esta forma las sociedades mantienen un equilibrio entre ahorro y
consumo. Es importante destacar que si se
estimula arbitrariamente la demanda presente de bienes de consumo al mismo
tiempo se está desalentando el ahorro, y por el ende la inversión de bienes de
capital que generarían un aumento futuro de los bienes de consumo. En resumen,
cada vez que el estado rompe el equilibrio de la sociedad entre consumo y
ahorro volcando a la misma hacia el consumo, está destruyendo las inversiones
en bienes de capital. En nuestro país el nivel de consumo es muy alto, los
argentinos estamos gastando casi la totalidad de nuestro ingreso y destinando
nada o casi nada al ahorro. Esto se
puede ver claramente ver en los altísimos niveles de intereses que se cobran en
los créditos bancarios en nuestro país. Si hubiese dinero en los bancos,
producto del ahorro de la población, los intereses serí0an bajos. Entonces
podemos concluir que actualmente no hay inversión en la Argentina, y por lo
tanto la economía no puede estar creciendo. Si a esto le sumamos la inflación y
la falta de capitales extranjeros (que disminuye con los años) podemos ver que
no sólo la Argentina no está creciendo sino que se está empobreciendo.
Veamos ahora los efectos de la
falta de ahorro de un país a nivel individual y su relación con el consumo. Normalmente,
en cualquier país desarrollado, una persona que comienza a trabajar, con un
sueldo promedio, tiene como objetivo a mediano o largo plazo poder comprar una
casa o un departamento propio. Esto lo hace mediante el ahorro, el atesoramiento
y el crédito. O sea, gasta de su ingreso una porción para vivir y el resto lo
invierte (ahorro) o guarda en efectivo (atesoramiento). Una vez que logra
alcanzar una buena “base de dinero” va a un banco a pedir un préstamo. Así
finalmente compra su vivienda. Por supuesto hay muchísimas herramientas
financieras en el mundo para obtener financiamiento, como el leasing, pero a
grandes rasgos esta es la forma en que los jóvenes adquieren una vivienda. ¿Qué
le ocurre a un argentino de 30 años con un sueldo promedio? Este se encuentra
en una disyuntiva. Al ser el interés de los créditos tan altos (justamente
porque no hay ahorro) es muy difícil endeudarse con el banco. Con lo cual queda
acceder a la vivienda mediante el ahorro personal o el atesoramiento o con la
ayuda de un tercero, ejemplo, los padres. Vemos entonces que es casi imposible
acceder a una vivienda para un trabajador con un sueldo promedio. Se estima que
un joven profesional deberá destinar 74 sueldos (promedios, de AR$ 5600) para
adquirir su primer hogar y suponiendo que no consumiría nada de su ingreso y lo
atesoraría todo, cuestión que es imposible ya que tiene que vivir.
Sabiendo que el acceso a la
vivienda es casi imposible y por lo tanto no teniendo posibilidades de ahorro a
mediano y corto plazo (ya que si no se puede alcanzar una casa, menos todavía se
puede invertir en bienes de capital), los argentinos nos dedicamos a gastar en
lugar de ahorrar. Así se explica, a grandes rasgos, el alto nivel de consumo de
la Argentina. La cuestión se complica un
poco más, ya que por un lado la inflación, que disminuye el poder adquisitivo del
sueldo, y por el otro el cepo al dólar y los paquetes que incentivan el consumo
por parte del gobierno, hacen que nos alejemos cada vez más del ahorro y nos
volquemos compulsivamente a consumir. Ya que si no compramos el televisor hoy,
dentro un mes saldrá unos cuantos pesos más. Alguien podría decir que esto es
bueno, ya que los argentinos están adquiriendo bienes, con lo cual se
capitalizan. Pero esto no es correcto, ya que estos bienes de consumo se
deprecian muy rápidamente por el avance de la tecnología. Con lo cual podemos
ver que al consumir este tipo de bienes, los argentinos nos estamos
descapitalizando con el paso del tiempo. En otras palabras, nos estamos
empobreciendo.
Bien, ahora entendemos por qué
la Argentina está tan volcada al consumo. Pero entonces ¿el consumo es malo?
No, es solamente una cara de la moneda que hay que analizar siempre conjuntamente
con el ahorro. Lo que ocurre es que el consumo funciona como una “ilusión
económica” ya que el comercio se mueve activamente y esto lleva a pensar que la
economía está sana y creciendo. Ahora sabemos cuál es la realidad del consumo
en nuestro país. No es debido a un crecimiento económico, sino fruto del gasto
(desahorro) casi total de los ingresos de los argentinos.
Muy Bueno! Me despejaste la duda del consumo como indicador, creo que los que desconocemos del tema pensamos en el incremento continuo del consumo como algo positivo, teniendo un vision parcial de la situacion. Te mando un Abrazo Igna!
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