domingo, 15 de noviembre de 2015

La decisión

Ultimamente, una potencial devaluación volvió a ser tema destacado en Argentina.

Me gustaría hacer una reflexión al respecto, echando mano nuevamente a la analogía con el cuerpo humano. A riesgo de ser repetitivo, considero que esta es de las analogías más universales que existen (todos tenemos un cuerpo) y es por eso que también representa tanta utilidad.

Supongamos que una persona tiene una herida de importancia en uno de sus miembros. Todos sabemos que hay determinados cuidados que deben tomarse a la brevedad posible, como ser la desinfección y protección de la herida y el traslado temprano a un hospital. Cuando una herida es demasiado grande, puede servir como puerta de entrada a agentes externos, con condiciones no deseables. 

Una vez en el hospital, los médicos se dedican a la tarea de diagnosticar y prescribir un tratamiento. En beneficio del argumento, imaginemos tres hipotéticos doctores que sugieren diferentes cursos de acción.

El primero, considera que la herida no es lo suficientemente grave y que no representa peligro alguno. 

El segundo, considera que la herida es de gravedad y ya fue infectada. Consecuentemente, opina que el foco debe ahora pasar a la preservación del resto del cuerpo. Sugiere la amputación del miembro.

El tercero, coincide parcialmente con el diagnóstico del segundo. Sin embargo considera que la infección es tratable. El problema es que el tratamiento afectará severamente al miembro. Posteriormente, el paciente debería ser sometido a una larga y dolorosa rehabilitación. Será duro y exigirá mucho sacrificio, pero salvará su vida y su miembro.

Los médicos, al no lograr ponerse de acuerdo, le ofrecen las tres alternativas al paciente para que decida con cual prefiere proceder.

Si Ud. fuera el paciente, qué decisión tomaría?

Este planteo es mucho menos hipotético de lo que, en principio, puede aparecer.

Verá el lector, una vez me cansé de repetir casi axiomáticamente aquello de "la emisión monetaria, genera inflación". Si bien no dudaba de la veracidad de la afirmación, quería entender exactamente cómo era que funcionaba ese proceso.

Enseguida me topé con el ejemplo académico típico: si en una economía hay un determinado circulante y una determinada cantidad de productos, el total del circulante se asume con poder de compra para el total de productos. Aumentar la base monetaria no generará cambios en los precios relativos de modo que si nuevamente igualamos el circulante a la cantidad de productos, los precios nominales de los productos deberán necesariamente ser mayores.  El ejemplo está mucho más detalladamente explicado en este otro blog.

El argumento funcionaba bien en el ámbito teórico. Sin embargo, yo quería saber cómo la decisión del Presidente del BCRA de imprimir más billetes terminaba aumentando el precio del sandwich que comía todos los mediodías. Si de algo estaba seguro, es que el kiosquero que me vende el sandwich no lee diariamente los reportes del BCRA. Era muy difícil que supiera que la base monetaria había aumentado y que debía ajustar el valor nominal de sus productos de acuerdo al nuevo poder de compra de la moneda, de lo contrario, perdería poder adquisitivo.

Es así como recurrí a un amigo economista. Le pregunté, que sucedería si el Banco Central imprimiera billetes y no tuviera que informarlo a nadie. Si la base monetaria aumentara pero esto resultara totalmente inadvertido por la sociedad. Mi amigo me comentó que si el Banco Central guardaba esos billetes en la bóveda y de ninguna forma los hacía circular (esto se denomina esterilizar) entonces no sucedería nada. Pero generalmente el Banco Central no emite dinero para no usarlo. El punto de emitir dinero es justamente utilizarlo como medio de cambio, y justamente ahí es donde incide en el nivel de precios.

Todavía seguía sin entender. Estaba seguro que mi kiosquero no tenía lazo comercial alguno con el Banco Central. De modo que aunque el Banco Central utilizara ese dinero para hacer frente a sus obligaciones, no sabía cómo eso podía llegar a afectar mi sandwich.

Mi amigo me comentó que el proceso se daba en forma progresiva, por oposición al cambio drástico e instantáneo del ejemplo académico. Lo asimiló a una ola que se expande desde un cauce rebalsado. Yo creo que también aplica aquí la analogía con una infección, lo que nos lleva nuevamente a la idea de este artículo.

Tratemos de verlo en forma secuencial. En el momento inicial la totalidad del circulante se asume equivalente en poder de compra a la totalidad de productos en la economía. En esta situación el Banco Central no tiene dinero suficiente para cumplir con sus compromisos. Esto quiere decir que no tiene poder de compra necesario. Decide emitir el dinero suficiente para pagar sus cuentas pendientes. Con ese dinero, paga sueldos (que no habría podido pagar) y bienes/servicios a proveedores (que tampoco habría podido pagar). Eso quiere decir que generó un excedente de demanda (demandó más cantidad a el mismo precio). Esto ya sabemos, tiende a subir los precios. Pero mi kiosquero todavía no se enteró, así que sigamos con el juego.

En la segunda etapa, los empleados y proveedores del Banco Central se disponen a utilizar ese dinero que cobraron. Para no alargar el planteo supongamos que el empleado A le da dinero a su hijo para que se compre un sandwich a la salida de la escuela (dinero que si el Banco Central no hubiera impreso, él no habría percibido como sueldo y no podría darle a su hijo) y el proveedor X paga sueldos a sus empleados (con dinero que si el Banco Central no hubiera impreso, el proveedor no habría recibido y consiguientemente no habría podido utilizar para pagar sueldos).

Cuando el hijo del empleado A y los empleados del proveedor X salen a la calle a comprar su almuerzo estarían representando ellos mismos el excedente de demanda. Al mismo precio, ahora más gente solicita su producto. Si fueran coincidentemente al mismo kiosco que yo, el efecto se vería mucho más rápido. Pero aunque no lo hicieran, ya se puede apreciar que el efecto en algún momento llegaría.

El excedente de demanda tiene su epicentro en quien generó los billetes, pero se expande progresivamente. Llegando en última instancia a todas las personas, en momentos diferentes. Como una infección, que no ataca a todo el cuerpo al mismo momento.

Cuando el efecto se propaga en toda la economía, el "poder de compra" temporario que había generado el Banco Central se diluye y nuevamente se hará difícil honrar los compromisos (asumiendo que ninguna medida se adoptó para controlar el gasto). Es así como el proceso vuelve a empezar con una nueva emisión monetaria.

Tras repetidos ciclos, la economía entra en un proceso inflacionario. Recordamos que la inflación se define como un aumento generalizado y sostenido del nivel de precios.

Actualmente, hay tres posturas sobre como tratar el tema de la inflación. Y es aquí donde la analogia con los tres doctores entra en vigor.

El primer doctor es la postura oficialista. No hay inflación y la emisión tampoco la genera. Todo está bien. Como vimos más arriba, si no se cambia el curso de acción, la infección terminará por afectar a todo el cuerpo.

El segundo doctor opina que la inflación es un problema y prefiere cortar por lo sano. Decide reveer la relación entre circulante y bienes de la economía para encontrar un nuevo punto de equilibrio. En otras palabras, decide devaluar.

El tercer doctor opina que tanto el primero como el segundo están equivocados. El primero terminará por matar al paciente, mientras que el segundo, podrá asegurar su supervivencia pero lo dejará lisiado. Su enfoque es diferente, no actuar sobre la sintomatología sino sobre las causas fundamentales del problema. Si volvemos a la historia del Banco Central veremos que comienza con éste no pudiendo afrontar sus pagos. Esto quiere decir que anteriormente se asumieron compromisos para los cuales no se contaba con poder de compra suficiente. Luego, se quiso solucionar este problema con una expansión de la base monetaria. Pero más tarde vimos que el problema no se había solucionado en realidad.

La alternativa del tercer doctor es recortar el gasto público, de modo que no sea necesario imprimir más billetes. Lo doloroso, es que en la situación actual, si se recorta el gasto público, el empleado A no podrá cobrar su sueldo y el proveedor X no cobrará sus acreencias.

El segundo y tercer camino son arduos mientras que el primero es inconducente ya que desembocará, en el mejor de los casos, en la alternativa número dos.

La diferencia entre la segunda y tercer alternativas radica en el foco. La segunda busca restablecer el equilibrio en forma relativamente pronta, asumiendo las consecuencias de una vez. La tercera se enfoca en el largo plazo, prolongando el impacto de las consecuencias a lo largo del tiempo con la esperanza de poder soportarlas y buscando al mismo tiempo un determinado nivel de calidad de vida.

 Hoy, a días de una elección presidencial, pareciera que los doctores tampoco pueden ponerse de acuerdo. La decisión recaerá en el paciente, y esperemos que decida sabiamente.